26 de octubre 2018
Los edificios antiguos suelen ser vistos como un problema para el desarrollo actual, porque ocupan grandes extensiones de terreno para albergar pocas unidades de viviendas u oficinas. Pero ¿qué podemos aprender de este tipo de edificaciones?
Primero, hay que tener en cuenta es que son un reflejo de su época, porque en su forma y tamaño existen voluntades que tenían propósitos específicos; éstas dan cuenta del modo de pensar y de vivir de su tiempo, lo cual es un valor inherente a la construcción.
Por eso, valorar el entorno de nuestras ciudades es fundamental para que se desarrollen con identidad, respetando y entendiendo que una ciudad es un diálogo constante entre lo nuevo y lo ya construido.
Problemas y ventajas
Muchos piensan que es un departamento antiguo está muy lejos de conseguir los estándares de confort que pueden ofrecer las nuevas construcciones.
Por ejemplo, pueden tener altos costos de mantención. Muchas veces sus residentes son jubilados que compraron los departamentos mientras trabajaban, pero ahora no cuentan con los recursos para invertir en mejoras que implican aspectos estéticos y problemas como obstrucciones y/o filtraciones de instalaciones sanitarias.
Muchos edificios antiguos no tienen estacionamiento, conserjería ni ascensor, haciendo difícil el tránsito a las personas de movilidad reducida o de avanzada edad.
Pero también tienen ventajas:
Barrios sostenibles
Desde una mirada sostenible, es posible y necesario decir que el aprovechamiento y puesta en valor de las edificaciones antiguas potencia modos más cohesionados y sociables de vivir.
Al analizar estos edificios, es posible que obtengamos datos de consumo y eficiencia lejanos a los estándares de sostenibilidad. No obstante, es importante entender que con una mirada correcta, las edificaciones antiguas son efectivamente sostenibles, a lo que puede añadirse intervenciones para aumentar su eficiencia energética.
Por ejemplo, en estos barrios aún pueden verse negocios pequeños. Fomentar la cohesión social y las economías locales es la base de una sociedad sostenible: un barrio abastecido de servicios y espacios sociales implica menos desplazamientos y hace que el dinero recircule dentro de la comunidad.
Existe un campo construido que está subutilizado, y que podría ser intervenido y renovado para dar respuesta a las necesidades actuales sin depredar ni estresar la trama urbana y la escala de la ciudad.
La reutilización de edificios antiguos es una manera de reducir las emisiones de carbono asociadas a la demolición y la construcción de otros nuevos. Además hay que considerar que la energía contenida en el edificio, producto de su procesos de construcción (embodied energy), ya se encuentra neutralizada por sus años de vida útil.
Gentifricación vs vecinificación
Muchas veces, la renovación de barrios con valor histórico-patrimonial trae consigo la gentrificación de estos sectores. Es decir, la elitización de los espacios, produciendo el desplazamiento de los habitantes originales y quitándoles parte de su esencia, como ha pasado en el Barrio Lastarria, en Santiago.
Otro ejemplo es lo ocurrido en Cerro Alegre y Cerro Concepción, en Valparaíso. Allí las antiguas casas de los inmigrantes europeos han sido transformadas en hoteles y restaurantes, por lo que los antiguos vecinos han partido hacia otros sectores, luego de haber vendido sus propiedades producto del aumento de la plusvalía, dejando a los barrios desprovistos de vida vecinal.
Entonces, debe existir un delicado equilibrio entre la inclusión de los vecinos en los procesos de renovación (vecinificación) y el rescate de los barrios antiguos, que debe incluir el rescate de la vida que los sostiene como tales.
Así permitimos usos mixtos, tanto en programa como en la ocupación de personas de diferentes realidades, porque esta mixtura social y programática es la base de un barrio vivo, activo y sostenible.