29 de agosto 2018
La arquitectura vernácula es una manifestación espacial que nace en relación directa con el lugar donde se emplaza. De manera honesta y elocuente, es capaz de satisfacer los requerimientos específicos de una cultura: cómo es su territorio, cuál es el paisaje que la rodea, qué clima tiene, cómo se organizan sus habitantes, etc.
Una de sus características es que responde a las necesidades programáticas (del uso del espacio) con técnicas constructivas ancestrales, heredadas de una generación a otra, y con los recursos propios del territorio: cierto tipo de madera, tierra para hacer adobe o piedras, por ejemplo.
Por lo anterior, no demanda grandes cantidades de energía para acceder ni procesar los recursos constructivos, porque están a la mano, en el paisaje. Esto es muy diferente a lo que ocurre con la incorporación de materiales importados, que tienen asociada una huella de agua y de carbono muy alta.
Por su parte, en la Carta del patrimonio vernáculo construido, el International Council on Monuments an Sites destaca que la arquitectura vernácula diseña los espacios justos y necesarios, sin excesos, y que ofrece una respuesta directa a los requerimientos funcionales, sociales y climáticos.
Todo esto la convierte no sólo en una de las mejores expresiones de identidad y cultura de un pueblo y su territorio, sino que también en el mejor ejemplo de arquitectura sostenible.
Arquitectura vernácula chilena
Los pueblos originarios de la zona centro-sur desarrollaron una arquitectura en madera debido a la abundancia de bosques. Además, su vida familiar se desarrollaba en torno al fuego y a la cocina, centro de la vida doméstica mapuche, lo que deriva en la forma de sus viviendas: la ruca.
Se trata de una estructura simple, que da respuesta sin mayores pretensiones a las necesidades de sus habitantes. Sin embargo, al mismo tiempo es tan profundamente elocuente que debe servirnos como una lección de minimalismo con la madera de sus bosques.
La técnica inventada por el pueblo mapuche para generar tablones poniendo cuñas de madera más dura y separando las fibras del árbol se transformó en la forma de obtener la tejuela de madera, que hoy recubre las casas de las ciudades del sur Chile (particularmente en Chiloé).
A su vez, en el centro y norte de Chile se generalizó la construcción en adobe, segura y duradera en zonas con pocas lluvias y con un comportamiento térmico excelente (casas muy frescas en los días de calor). Además, cabe destacar que los materiales de construcción son orgánicos casi en su totalidad: madera, tierra y agua.
Otro ejemplo es la pirca, conocimiento prehispánico que hasta hoy se usa en el campo chileno. Ésta nació como solución arquitectónica en tierras donde la madera escasea. Lo interesante es que también traen beneficios ecosistémicos, ya que la separación entre piedras proporciona cobijo a pequeños animales e insectos, siendo un potenciador de la biodiversidad.
Sincretismo y sabiduría
Con el tiempo, las tradiciones de los pueblos originarios se entrelazaron con las formas arquitectónicas traídas por los colonos para constituir ejemplos únicos de arquitectura. Así, fueron capaces de formar sincretismos culturales excepcionalmente ricos, como las iglesias patrimoniales de Chiloé o el barroco andino en el Norte Grande.
La arquitectura vernácula, pura o sincrética, es una maravillosa expresión de una sabiduría profunda que subyace en los procesos constructivos y las formas espaciales de cada cultura. Por lo mismo, es nuestra responsabilidad, como arquitectos y como ciudadanos, conocerlas, entenderlas, respetarlas y conservarlas.
Por eso en Ciudad Sostenible creemos que con una mayor comprensión e incorporación masiva de estas técnicas a los proyectos de arquitectura podremos hacerlos más sostenibles, a la vez que rescatamos los valores patrimoniales tangibles e intangibles.